viernes, 10 de noviembre de 2017

EL PAYASO TRISTE

Hoy me ha pasado una cosa rara en el metro. En Baunatal se ha subido un tipo normal con un cuadro de un payaso llorando. Eso lo hacía raro. El tipo detectó a la chica más guapa del vagón, se acercó demasiado a ella y le dijo
-¿Conoces al pintor Toulouse-Lautrec? 
Ella, sin mirarle, dijo 
-No
El hombre dijo entonces que el cuadro que llevaba era de Toulouse-Lautrec y que se lo daba
-Por 100.000 euros
-Por 20 euros
-Por un abrazo y un beso
La chica, claramente incómoda, reiteró su negativa. Pensé entonces que estaba ante una situación de acoso que me obligaría a intervenir en su defensa de alguna forma. Sopesando los posibles desenlaces de aquello y confesando mi inclinación natural a ser un testigo antes que el protagonista, encontré un salvoconducto. Si la chica se sentía realmente en peligro se bajaría en la siguiente parada y se acabaría el problema.
No lo hizo.
Subió entonces un joven al vagón que, al ver al tipo normal pero con un cuadro de payaso llorando, le saludó con familiaridad. Se acercó amigablemente y el tipo respondió a su saludo. Aunque enseguida dijo
-¿De qué te conozco?
No escuché cuál era el vínculo entre ambos, pero sí que el tipo normal le decía que el cuadro que llevaba, y esto solo lo sabía él, lo había pintado Van Gogh (o algo así). y que se lo daba
-Por 100.000 euros
-Por 20 euros
-Por un abrazo y un beso
A lo que el chico joven respondió
-De ninguna manera, no me puedo llevar ese cuadro justo hoy, que voy a a casa de un amigo.
-¡Mucho mejor! Se lo regalas a tu amigo.
Acto seguido, el tipo normal con un cuadro de payaso llorando, se bajó en la siguiente parada, diciéndole al chico joven
-Hasta luego y gracias por acordarte de mí.
Como para olvidarse de él.

martes, 25 de noviembre de 2014

26 Noviembre 2014

Estábamos a punto de entrar en la iglesia cuando el cielo se oscureció. Una nube muy negra llamó mi atención. Era pesada y se movía en el cielo gris de forma irregular, como si tuviese vida propia. Cuando se fue acercando descubrí que la nube estaba formada por murciélagos. Eran gordos, peludos y de alas muy negras. Sentí miedo. Instintivamente decidimos alejarnos del lugar y fuimos caminando por una larga calle con palmeras. Por encima de las casas pude ver que la nube no estaba formada solo por murciélagos. Había también pterodáctilos. Y bajo la nube, caminando pesadamente sobre la tierra, vi con horror a varios dinosaurios. Volví a mirar la nube y descubrí en cabeza a dos dragones enormes que estiraban su cuello escamoso rugiendo. Eran criaturas olvidadas que reaparecían para asistir al fin del mundo.

lunes, 11 de agosto de 2014

VAMPIRA DEL ESPACIO INTERIOR

Primero fue una imagen. Un destello fugaz captó su atención entre otras miradas. Con el día a día, sus ojos se sincronizaron para seguir los de ella. Pero estos eran esquivos. Se apartaban siempre evitando todo contacto. Era una juego de lejos, en el que ninguno de los dos participantes estaba seguro de que el otro competía realmente. Pero lo hacían todos los días, jugaban a buscarse. Y cuando esas miradas por fin se cruzaron, ya no eran sólo ojos, sino también una sonrisa. Y un corazón que bombea. Y la certeza -que a veces se olvida- de estar vivo.
Entonces vinieron las primeras palabras. El sonido de su voz se unía al destello, a los ojos, a la sonrisa... Cada conversación era un martillo que derriba un muro: el de su individualidad. Y su risa era un bombardeo de madrugada que no deja un solo edificio en pie, pero que al mismo tiempo inflamaba su corazón de tal manera que le obligaba a salir del refugio antiaéreo para recibir esas bombas casi con dicha: "Todas a mi pecho, por favor". Poco a poco su voz ya no era su voz, sino la suya y la de ella. Sus monólogos internos -esos con los que había intentado descifrar el mundo- se conviertieron en conversaciones. Ya nunca volvió a sentirse solo.
Y finalmente descubrió su piel. Un roce bastó para hacerle sentir que la realidad era una simulación. Coger su mano era darse cuenta de que había estado atrapado en una caverna contemplando meras sombras. Besar sus labios fue como una revelación del verdadero Dios. Se convirtió entonces a una nueva fe. Él, que nunca había creído en nada. Él, que sabía que no había nada. Se había convertido en un fanático. Y quiso ser un santo en su nueva fe. Lo que no recordaba de las clases de religión es que todo santo debe vivir el martirio.
No estaba preparado para su ausencia. Y cuando llegó, descubrió que ella se había apoderado de cada latido, de cada bocanada de aire que llenaba sus pulmones y sobre todo de cada lágrima que salía -y eran muchas- de sus ojos. Ella lo había modificado genéticamente. Lo había convertido en otra cosa: eran dos seres fusionados como en La Mosca de Cronenberg. Pero él sentía que su cabecita pedía auxilio ridículamente como en La Mosca de Kurt Neumann. Ella se apoderó de cada idea y de cada pensamiento. Y cuando aquello no fue suficiente, penetró también sus sueños. Se sumergió desnuda en una laguna oscura y al llegar al fondo arrancó las raíces de un árbol que había dejado de crecer con el primer destello.
Esto le despertó con la certeza de que la respuesta siempre sería "no". Y vio con claridad que era demasiado tarde para salvar un organismo que había sido invadido en cada una de sus células y que ahora se movía como un zombie animado por los parásitos del amor. Ahora sabía que debía utilizar sus últimos esfuerzos en dar muerte al enfermo para luego quemar sus restos y evitar así que, la enfermedad del destello, contagie a ningún otro pobre incauto nunca más.

miércoles, 11 de junio de 2014

11 Junio 2014

Me subí al taxi como todos los días. Eran las 5:30 de la mañana y yo iba traspuesto. El taxista me saludó sin mirarme, y subió el volumen a la radio. Era una canción que yo no había oído en la vida.  Me recosté en el asiento y descansé los ojos unos segundos. Me resultaba imposible seguir la melodía de aquella extraña música, que me estaba crispando los nervios. Esperé a que la radio cambiara, pero  la siguiente canción tampoco me resultó familiar, todo lo contrario, parecía incluso más ajena. Uno tras otro, los temas musicales se fueron sucediendo, y al no reconocer las letras, los cantantes, ni siquiera los géneros, comencé a agobiarme. Miré la radio del taxi, que en letras verdes electrónicas ponía M80RADIO. Era una emisora “normal”, que solía poner canciones comerciales y populares ¿de dónde salían esas melodías tan raras? Nervioso, me atreví a preguntarle al conductor:  ¿Qué música es esta? Le dije.  El taxista se giró hacia mí por primera vez. Su rostro estaba desfigurado. Me miró, y gritó de terror.

miércoles, 5 de marzo de 2014

05 Marzo 2014

Mantuvimos una desesperada correspondencia durante un tiempo. Yo le escribía siempre para pedirle perdón, pero sus respuestas eran cada vez más y más cortas. En su última carta sólo escribió "no".

domingo, 26 de enero de 2014

27 Enero 2014

Habíamos escrito una historia juntos. El principio, en letras azules, era completamente mío. El final, en letras rojas, era completamente tuyo. Pero en la mitad había párrafos, frases, palabras, que era imposible saber si habían sido escritas por ti, o por mí.

martes, 17 de diciembre de 2013

17 Agosto 2013

Conducía. Iba por una autopista que no creo que exista, cogí una curva equivocada, y caí de un puente absurdamente alto. Sabía que el golpe iba a ser realmente duro, mortal, y cerré los ojos esperando el impacto… me preparaba para el dolor… pero la caída seguía y seguía… se hizo eterna hasta que abrí los ojos y desperté. Sigo esperando.